Los Barabao son duendes groseros y juguetones, aunque casi siempre inofensivos. Su aspecto es un lugar común: bajos, contrahechos y panzones. A esta fisionomía poco atractiva hay que sumarle su gusto por la ropa de colores fuertes.
Si tomamos como referencia las leyendas italianas la única característica que hace del Barabao un personaje entrañable es su intensa afición a las mujeres.
Si bien sus técnicas de seducción no son precisamente caballerosas, mediante ciertos ardides el Barabao consigue introducirse en el escote de las desafortunadas mujeres que se topan en su camino.
La gran pasión de los Barabao, desacreditada como la pulsión fatigosa de una fijación, son las tetas: grandes, pequeñas, frutales, esféricas, afiladas, gravitacionales; a todas las aprecia y a todas las venera con un fervor verdaderamente conmovedor.
Nos apresuramos a aclarar que los Barabao no son una metáfora de todos los hombres, sino únicamente de los hombres inteligentes.
Otra de las actividades predilectas de los Barabao, en obvia continuidad con la anterior, es aprovechar las ráfagas de viento otoñal para deslizarse entre las faldas de las incautas para luego efectuar un largo repertorio de pellizcos y caricias lascivas.
Durante el carnaval el Barabao llega a aventurarse indiscretamente en las tertulias humanas, aprovechando el momento en el que todo el mundo deja de ser quien es. Allí logra pasar desapercibido entre máscaras, trajes y maquillajes pomposos, situación que le permite divertirse sin pasar grandes sobresaltos.
La insistencia del Barabao en las leyendas de Venecia es un mérito excusivo de las mujeres de aquella tierra, las cuales utilizan a estos licenciosos duendes como justificación para marcas y arañazos de comprometedora procedencia.
FUENTE:http://elespejogotico.blogspot.com.es/2007/11/el-duende-italiano.html
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