POZO DE ALMAS

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miércoles, 12 de octubre de 2011

CUERPOS INCORRUPTOS: " EL EXTRAÑO CASO DE ÚRSULA MICAELA MORATA"

En España existen muchísimos casos de cuerpos incorruptos.
El caso en cuestión es el de Úrsula Jerónima Morata e Iscaya, que nació en Cartagena en el año 1628 y murió en Alicante en 1703, y que fue la fundadora del convento de Clarisas Capuchinas de Alicante. La última de 13 hermanos, no disfruto mucho de sus padres pues estos fallecieron con tres días de diferencia cuando ella tenía tan solo 3 años, haciéndose cargo de la pequeña su hermana mayor Sebastiana.
Según se extrae de su autobiografía, a los cuatro años tuvo su primera experiencia mística mientras sufría un proceso de viruela que la puso al borde de la muerte.
«…dióme un paroxismo que estuve, a mi entender, sin sentidos veinticuatro horas poco más o menos. Lo que en ese tiempo gozó mi alma no es posible de declarar… Halléme en una inmensa claridad y luz divina, que sin ofrecerme objeto ni imagen alguna a la vista gozaban las potencias y sentidos, que a mi parecer parecía estaba ya en la gloria.»
Autobiografía, Cap. I.

Por disposición de su hermana aprendió a leer y a escribir, algo poco común en la época, y también tuvo un aprendizaje espiritual bastante estricto y dominante, con oración, ayunos y mortificaciones día sí, día también.
Tras un sueño en el que profetizó la muerte de un sacerdote conocido de la familia ingresó en el Monasterio de las Capuchinas de Murcia. Allí profesó el 20 de enero de 1647, adoptando el nombre de Micaela.
En 1648 la peste azotó Murcia  convirtiéndose Sor Úrsula en enfermera de las apestadas. En 1651 y 1653 el desbordamiento del río Segura  obligó a la comunidad de religiosas a abandonar el monasterio y refugiarse en el Monte de las Ermitas. Durante este período, Sor Úrsula Micaela vivió la noche oscura, etapa de crisis espiritual entre los místicos. En 1652 recibió el mandato de su confesor de escribir su autobiografía.

En 1653, como conclusión de la noche oscura, experimentó la transverberación del corazón de modo semejante a Santa Teresa de Jesús:
«Me fue mostrado en espíritu un ángel con un dardo de fuego que me lo metió en el corazón. Fue tan grande el dolor y fuego que sentí, que me penetró todos mis huesos y caí en tierra desmayada. Mas el ángel me detuvo para que no me hiciese mal. Estuve así cosa de una hora gozando y padeciendo lo que yo no sé decir, sino que me abrasaba y quemaba en llamas de amor divino»
Autobiografía, Cap. VI

Sor Úrsula Micaela vivió diversas experiencias sobrenaturales también presentes en otros místicos: visiones, locuciones, milagros, percepción extrasensorial, etc. Destacando especialmente por la bilocación, que la llevó incluso a otras naciones; y por la profecía, que la convirtió en un oráculo al que se acercaba el pueblo en busca de consejo, entre ellos Carlos II y Juan José de Austria, con quienes mantuvo correspondencia epistolar.

En 1661 fue elegida consejera y secretaria de la comunidad.
En 1672, y tras arduas gestiones y complicaciones, fundaría el convento de Clarisas Capuchinas en Alicante. Primero en una residencia provisional, y más tarde en el conocido como monasterio Triunfos del Santísimo Sacramento, que sería costeado por las limosnas de los alicantinos y por Juan José de Austria.
Ejerció el cargo de vicaria hasta 1699 en que fue elegida abadesa, oficio que desempeñó hasta su muerte. En su Autobiografía no recogió sus últimas vivencias, pues dejó de escribir en 1684. Sin embargo las monjas contemporáneas dejaron testimonios y escritos referentes a esta última etapa de su vida. Además la ciudad de Alicante editó un panegírico de honras fúnebres tras su fallecimiento, donde registraron los datos más importantes de su vida.

Tras dos años de penosa enfermedad murió el 9 de enero de 1703, a la edad de 75 años. La fama de santidad y el prestigio social que había alcanzado hizo que su cadáver permaneciese expuesto en la iglesia por 6 días. El cuerpo permaneció incorrupto, caliente y flexible en todo momento, por lo que no se le dio sepultura. En 1742 el obispo de Orihuela D. Juan Elías Gómez de Terán, al encontrarlo todavía intacto, mandó que el cadáver permaneciese en un arca sin ser enterrado. Así se ha conservado hasta la actualidad, permaneciendo todavía incorrupto y flexible.

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